Mensaje al pueblo mexicano
Discurso pronunciado en el acto de firma de la Declaración Conjunta Argentino-Mexicana, el 19 de julio de 1974
Excelentísimo Señor Presidente
de los Estados Unidos Mexicanos,
Licenciado don Luis Echeverría Álvarez, excelencias,
Señoras,
Señores:
Esta amplia y afectuosa hospitalidad que el pueblo y el Gobierno argentinos sentimos el halago de ofrecernos, ilustre Presidente, está densamente impregnada de sentimientos de dolor y desconsuelo por la partida del Conductor de los Argentinos, el Teniente General Juan Perón.
En el vacío sin límites que su iluminada figura ha dejado en los espacios de la Patria argentina surge como una realidad espiritual y viviente el legado inmortal de sus grandes doctrinas.
Ellas se forjaron en el fuego de su amor al pueblo, en su voluntad de sacrificio por verlo unido tras los ideales que ennoblecen y justifican la vida; en la marcha de las comunidades nacionales que aspiran ascender por los caminos de la superación espiritual y material.
Sus doctrinas visionarias se vieron fortalecidas por su moral estoica, por su convicción y su creencia de que en la integración fraternal latinoamericana, como realidad vital se sintetizaba la esperanza.
Destino continental
Por sobre nuestros destinos particulares existe el destino continental. Es indudable que no podremos triunfar aislados. El éxito solo lo alcanzaremos a través de la solidaridad entre los pueblos de América, realizada con dignidad, en un clima de abierta cooperación y amistad.
Muchas vigencias comunes condicionan el pasado de los países latinoamericanos y los proyectan hacia el futuro. Sin el acatamiento y cumplimiento del mandato que el contenido histórico de nuestros pueblos nos impone, el progreso y la civilización americana se detendría agotada por esfuerzos contrapuestos sin orientación continental y precisa.
Han pasado ya tres décadas de una época de constantes transformaciones en escala mundial. El General Perón, consciente del devenir americano, entendió que era el conjunto de la comunidad internacional donde estaban los elementos para estructurar una humanidad que luchase por la convivencia. A ella, los pueblos latinoamericanos servirían de ejemplo, son su insistente apelación a la solidaridad humana.
A esa distancia histórica de tres décadas nuestro conductor anunció su revolucionaria doctrina de la Tercera Posición, en un mundo dividido entre bloques de estados regidos por diferentes concepciones, entre los países superdesarrollados y los marginados en el subdesarrollo o la dependencia. Un mundo enfrentado junto a las últimas fronteras que separaban la guerra de la paz.
Los Pueblos del Tercer Mundo.
Así como el siglo XVIII presenció el advenimiento de las masas en la historia del mundo, en estas décadas, nosotros, los pueblos del Tercer Mundo, irrumpimos con impulso irresistible en el ámbito de bronce de la historia.
Esos sueños y esas doctrinas configuran una Revolución en Paz, dentro de la persuasión íntima de que el hombre es la realidad más alta de la comunidad, pero depositario del deber ineludible de cumplir las funciones sociales, servir al pueblo y a la humanidad, alejado de todo extremismo, de toda violencia.
Agradezco en nombre del Gobierno y pueblo argentinos, vuestra presencia en nuestra Patria, que es símbolo de los fraternales lazos que unen a México y Argentina.
Nuestros países, Señor Presidente, configuran ámbitos extremos en la extensa geografía latinoamericana, peros siempre hemos tenido comunidad de pensamientos en pro de la unión continental. Así como el siglo anterior alumbró el dramático y grandioso escenario de la lucha por la libertad, en el presente los aspectos referentes a la economía aparecen como factores preponderantes estrechamente ligados a los problemas que afectan al progreso social.
Unidad Económica Latinoamericana.
En ello coincidimos. Excelentísimo Señor, y estáis perfectamente informado, como eminente estadista que sois, que la unidad económica latinoamericana es un permanente objetivo de la política argentina, que se traduce en la búsqueda de soluciones de carácter fundamental, sostenidas con un fervor y una voluntad sin desmayos.
Estareis de acuerdo, Señor Presidente, en que la idea de la Unión, en la forma en que se integró nuestro antiguo sistema interamericano, es privilegio nuestro y una de las afirmaciones sustanciales de la Civilización Americana. La aceptamos como suprema responsabilidad frente al destino. Esta, la hora de los pueblos, marca y preside el curso de la historia.
Coincidencias e inquietudes
Señor Presidente:
Lleváis a vuestra gran Patria un mensaje de amor para el pueblo mexicano que se destaca por sus excelsas virtudes, su sorprendente vitalidad y por su hondo y telúrico sentido de la realidad humana.
Nos enorgullecemos en ser hermanos de ese pueblo que se irguió conmovido por el verbo de Miguel Hidalgo, y que emprendió la gesta por la emancipación política, que se alzó contra el intervencionismo identificado con Maximiliano, que secundó la marcha triunfante de Benito Juárez, y fue activo actor en la Revolución Mexicana.
Esa Revolución, que enarboló como pendón la carta de Querétaro, de 1917, como recompensa a una larga lucha de campesinos, de intelectuales, de obreros y soldados, y fue el seguro paso de México hacia la superación económica y social y en los ámbitos del pensamiento creador.
La marcha ascendente del pueblo mexicano lo ha llevado a su plena realización en su propio estilo de vida, genuino y singular. Y hoy, bajo la esclarecida conducción de tan capacitado gobernante, como es vuestra excelencia, México se yergue como un baluarte de la democracia representativa, pleno de futuro.
Muchas son las coincidencias que hoy nos aproximan, y similares las inquietudes. Aspiramos a que nuestros pueblos tengan acceso a los trascendentales adelantos y transformaciones del mundo contemporáneo. Poseemos similares perspectivas frente al Tercer Mundo, sus principios y propósitos. Ambos participamos de una política internacional ecuménica que supera las barreras ideológicas. Consecuentes con ella auspiciamos el urgente retorno de Cuba a la familia común.
Fieles a nuestro destino americano
Deseo expresaros en nombre del pueblo, del gobierno argentinos y del recuerdo presente de nuestro inmortal Conductor, que Argentina permanecerá fiel a su destino americano. Nada le hará apartarse de los supremos ideales que forjaron nuestros próceres y que nuestros pueblos defendieron con su sangre.
México puede contar en toda hora con nuestra devoción, nuestra solidaridad en la estructuración del continente unido y victorioso, hermanado con los otros pueblos del Tercer Mundo, abiertos los brazos y el alma a toda la humanidad.
Señor Presidente:
Testimonio del altísimo aprecio con que la República Argentina os distingue, y del entrañable amor que experimenta el pueblo argentino hacia vuestra noble Patria, os ofrezco lo mas preciado que junto con nuestra amistad, puede otorgar el Gobierno Argentino: El Collar de la Orden del Libertador General Don José de San Martín.
Expresar nuestro reconocimiento a una personalidad como es Vuestra Excelencia, animado por anhelos de cordial convivencia continental y de fomentar una más íntima comunión con los propósitos de la amistad mexicano-argentina, es enaltecer nuestros propios ideales.
Estas insignias, que considero un privilegio imponeros, se iluminan con la venerada imagen del Gran Capitán de los Andes, genio tutelar de la Argentina y héroe de la Emancipación Americana.
A su gloriosa empresa por la Independencia Sudamericana, sumamos la figura humana del gran ciudadano y el mandato moral que legó a todos los pueblos del Continente. Purificado por el sacrificio, el destierro y la muerte, su espíritu nos iluminará siempre. Fue, sin duda, uno de los más grandes profetas y artífices d la libertad de América.
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